EL SEPPUKU: EL HONOR DEL SAMURAI
Buen día.
Hoy nos
detenemos en una tradición ancestral, que se define como SEPPUKU, más
conocido como HARAKIRI, la forma en que los más honorables guerreros
japoneses se suicidaban, pues era considerado parte de un código ético.
El seppuku se
llevaba a cabo de forma voluntaria, para morir con honor antes de caer
en manos del enemigo, o bien como una forma de castigo para los que
habían cometido graves ofensas.
El código del saumurái
fue redactado por Yamamoto Tsumemoto, en el siglo XVII, y en el mismo se
decía lo siguiente:"El camino del samurái es la muerte", y ésta
aceptación de la muerte no lo era del todo desde el punto de vista
físico, sino como la forma en que mentalmente el guerrero se decidía por
acudir al propio suicidio antes que conocer una derrota o un deshonor.
Pese a que siempre se ha reconocido el hara kiri -más exactamente seppuku-
como la única de asumir el suicidio, la historia que nos ofrece la
tradición japonesa nos habla también de otros métodos, como el arrojarse
a las aguas con la armadura puesta, lo cual provocaba la muerte, a
consecuencia de una inmersión forzada por el peso, o también, arrojarse
desde el caballo con la espada dentro de la boca.
El seppuku era una parte fundamental del llamado bushido, o código samurái.
Las palabras harakiri "vientre + cortar", y seppuku,
se escriben con los mismos caracteres, si bien su orden es diferente y
también su lectura, pues harakiri se sirve de la lectura kun, la original japonesa, en tanto que seppuku hace lo propio con la lectura on, de origen chino. En japonés es más aceptado el término seppuku pues el harakiri se considera más vulgar.
Los primeros datos que
poseemos nos llevan al siglo XII, y a un samurái llamado Minamoto no
Yorimasa, quien siendo herido en una batalla, y antes de verse caer en
manos del enemigo, se decidió por quitarse la vida de esta manera.
Y el hecho cierto es que
en Japón, en los tiempos feudales, el guerrero o prisionero se
anticipaba con su gesto de suicidarse al hecho de morir a manos del
enemigo. No obstante, también se dieron casos en los que los tribunales
obligaron a samuráis a la muerte prácticándose el seppuku, perdiendo
éste su parte de voluntariedad.
Evidentemente, el
suicidio mediante esta técnica era más que doloroso, toda vez que el
samurái procedía a efectuarse sendos cortes en las vísceras, el primero
en sentido horizontal y el segundo, en vertical. Es de esta forma que se
seccionaban los centros nerviosos de la columna, y en consecuencia, la
agonía era lenta. Este gesto era muestra de un gran valor y coraje.
Previamente al acto el samurái bebía sake y se componía un poema de despedida llamado zeppitsu. El suicida se situaba de rodillas en la posición seiza,
se abría su kimono blanco, y las mangas del mismo bajo las rodillas, -a
fin de que el cuerpo cayera hacia atrás, al fallecimiento-. A
continuación envolvía su daga de entre 20 y 30 cms. en papel de arroz,
pues el hecho de que las manos se mancharan de sangre era deshonroso,
para terminar clavándose la daga, siguiendo los pasos antes indicados.
Eran numerosas las
ocasiones en las que este ritual se practicaba delante de publico, y con
la finalidad de ayudar al samurái, existía la figura del kaishaku, o
ayudante, designado por aquél, a fin de que, en el caso de una larga
agonía, procediera a su decapitación. Era una señal de valor y coraje el
hecho de que el samurái resistiera el mayor tiempo posible en tanto se
desangraba, antes de acudir a su ayudante.
Este singular ritual se aplicó hasta que la historia conoció del final de los samuráis hacia 1871.
Siempre se ha asociado
esta práctica al sexo masculino, más no debemos obviar que las mujeres
nobles también podían acudir al suicidio por las más variadas causas:
evitar caer en manos del enemigo, acompañar en la muerte a su esposo, o
forzadas a hacerlo.
No obstante, no se le calificaba como seppuku o harakiri, sino que era un suicidio, jigai.
La técnica también era diferente, pues en lugar de abrirse el abdomen, el jigai se realizaba mediante un corte en el cuello, que se llevaba a cabo con una daga de doble filo, conocida como kaiken.
Y antes de ejecutar este acto, la mujer debía atarse las piernas, a fin
de que éstas no se abrieran en el momento de morir, al desplomarse el
cuerpo.
Bien es cierto que la
práctica del seppuku fue oficialmente prohibida en Japón, en 1873, como
pena capital, más está extendido el hecho de que su uso real ha seguido
subsistiendo, como referencias tenemos al escritor italiano Emilio
Salgari, que se quitó la vida, el 25 de abril de 1911, en Turín,
sirviéndose de un yatagán, y por supuesto, quién no recuerda a Yukio
Mishima, en 1970, al sentirse degradado moralmente por haber aceptado la
forma de vida occidental, renunciando a sus virtudes japonesas.
Para los aficionados al
cine y que deseen saber más sobre esta tradición, en 1962, el director
Hiroshi Inagaki, desarrolló en una película un suceso real ocurrido
durante el periodo Edo, la historia de los 47 ronin, basándose en una
obra literaria medieval, de la que sabemos por medio del kabuki,
protagonizada por el actor Toshiro Mifune.
Ya en pleno siglo XXI,
en 2013, el director Carl Erik Rinsch llevó a cabo una versión libre
bajo el nombre de "La Leyenda del Samurái".
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